Decir en voz alta lo que uno piensa y defender los valores morales que uno considera parte inescindible de la dignidad de la persona humana debiera ser un imperativo moral aplicable a todos. No obstante muchas veces el lugar que uno ocupa en la sociedad nos fuerza a ser prudentes y demorar la formulación de juicios de valor que puedan incomodar a los poderosos. A veces la falta de independencia económica, laboral o política fuerza a muchos a mantenerse en silencio y consentir por omisión los atropellos verbales y fácticos.
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¡No me callo más!
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Decir en voz alta lo que uno piensa y defender los valores morales que uno considera parte inescindible de la dignidad de la persona humana debiera ser un imperativo moral aplicable a todos. No obstante muchas veces el lugar que uno ocupa en la sociedad nos fuerza a ser prudentes y demorar la formulación de juicios de valor que puedan incomodar a los poderosos. A veces la falta de independencia económica, laboral o política fuerza a muchos a mantenerse en silencio y consentir por omisión los atropellos verbales y fácticos.